Desde hace años, está bien documentado por investigaciones científicas que los beneficios del juego son muy importantes. Entre ellos, se encuentran mejoras en el funcionamiento ejecutivo, en lenguaje, en habilidades matemáticas tempranas como manejo de números o conceptos espaciales, en el desarrollo social, en relaciones interpersonales con iguales o en el desarrollo físico y emocional.
Los estudios realizados demuestran que el juego produce cambios a nivel molecular, celular (conectividad neuronal) y conductual (habilidades socioemocionales y funcionamiento cognitivo). Como curiosidad, se ha encontrado que numerosas especies animales, desde invertebrados, como pulpos, a mamíferos como ratas u osos, juegan y esto aumenta su capacidad de supervivencia. No sólo esto, sino que algunos estudios como el de Bell y colaboradores (2010) con ratas, han hallado que el juego potencia un factor de crecimiento de nuevas neuronas y conexiones, lo que se relaciona con la memoria a largo plazo y con el aprendizaje social. Estudios en humanos también han demostrado la utilidad del juego como beneficio en aspectos cognitivos como el estudio por Panksepp, J. (2007) en el que hay evidencias de que el juego “brusco” puede proteger frente al TDAH promoviendo la capacidad inhibitoria.
Por todo ello, la Asociación Americana de Pediatría (AAP) recomienda a los pediatras que fomenten el aprendizaje lúdico como una “receta para jugar” en cada visita del niño sano.
Algunos juegos de mesa para jugar en familia:
Beneficios de jugar en familia
- Refuerzan la relación familiar y ayuda a expresar sus emociones y sentimientos
- Aprenden a comunicarse y relacionarse con los demás
- Se familiarizan con las normas
- Aprenden a saber perder y a ser honrados a la hora de ganar
- Estimula su creatividad e imaginación
- Al dedicarles un tiempo a jugar con ellos aumenta su autoestima.
Bibliografía
Monge-Zamorano, M., Méndez-Abad, M., Hernández-Hernández, M.J., Quintana-Herrera, C. y Presa-de la Fuente, E. (2019). La importancia del juego en los niños. Canarias Pediátrica, 43(1)
Bell, H.C., Pellis, S.M. y Kolb, B. (2010). Juvenile peer play experience and the development of the orbitofrontal and medial prefrontal cortices. Behav Brain Res, 207, 7-13
Panksepp J. (2007). Can PLAY diminish ADHD and facilitate the construction of the social brain? J Can Acad Child Adolesc Psychiatry, 16, 57-66