Gestión de rabietas

La rabieta se puede definir como una conducta explícita y explosiva (con lloros, gritos o movimientos incontrolables) habitual en la infancia, en la que aparecen elementos de rabia e ira. Con esta forma de actuar, el niño o niña quiere demostrar malestar o desacuerdo con alguna situación que no le gusta.

Para algunos autores, también se considera rabieta la contención de la respiración en lugar del llanto. En estas situaciones, el niño realiza una fuerte inspiración, reteniendo el aire durante un rato, poniéndose rojo, más tarde morado e, incluso, puede llegar a caerse.

Las rabietas son algo normal que aparecen entre el primer y cuarto año de vida y no se consideran fuera de la normalidad si se presentan ocasionalmente y su duración es inferior a 15 minutos.

CAUSAS, POR QUÉ APARECEN

Las rabietas infantiles siempre aparecen por una razón y conocer cuál es hará más eficaz controlarlas y ayudar a los más pequeños. Algunas de las causas suelen ser:

  • Frustración: momentos en los que no pueden imponer aquello que desean o se sienten incomprendidos. Intenta gestionar su ira pero aún no dispone de herramientas para hacerlo.
  • Conflicto emocional: la familia no entiende qué le pasa y se enfada con él o ella. El niño o niña, siente que se está enfrentando a las personas que más quiere y eso confronta sus sentimientos. Le cuesta entender por qué no llevan a cabo aquello que quiere y, en ocasiones, genera un rechazo hacia el adulto en ese momento.
  • Satisfacer sus deseos: con la rabieta, busca llamar la atención y así conseguir lo que quiere, por lo que si la familia cede a las peticiones mediante la rabieta y el niño o niña cumple su objetivo, entiende que de este modo puede lograr lo que quiere, repitiéndolo en la próxima ocasión.

CÓMO GESTIONAR LAS RABIETAS

El objetivo es intentar gestionarlas de un modo más consciente y respetuoso con las necesidades del niño, sin por ello dejar de ser firmes en las situaciones que lo requieren.

Pasos a seguir:

  1. Descubrir el motivo
  2. No actuar impulsivamente. Mantener la calma y recordar que los padres y madres son el modelo a seguir
  3. No intentar dialogar cuando se da la rabieta: seguramente intensifique la rabieta. No dar grandes explicaciones, sino pautas breves y claras, es conveniente agacharse a su nivel para poder mirarle los ojos
  4. No gritar ni dar golpes: necesario, hacerles entender que aunque estén teniendo una rabieta se les comprende y transmitirles afecto y contención emocional. Se le puede decir “estás fuera de control”, “no te estás comportando bien” pero no calificativos como “malo” o “loco”
  5. Dejar que se calme antes de hablar: ignorar la rabieta, pero estar cerca para cuando se calme un poco y nunca negar el contacto físico. Es mejor dejarle que se calme solo y que sepa que cuando se tranquilice podrás darle la atención con frases como “veo que estás enfadado, cuando se te pase me avisas”.
  6. Dar estrategias para controlar sus emociones: cuando la rabieta ha terminado, expresar la alegría y razonar cuál es la mejor forma de actuar ante la situación que se ha dado
  7. No ceder ante peticiones: debe aprender que no es la forma adecuada de conseguir lo que quiere
  8. Cuando la rabieta acabe, el adulto puede decirle al niño o niña que está molesto o enfadado con lo que ha ocurrido

En caso de que existan conductas peligrosas, apartar los objetos peligrosos cercanos, cogerlo firme pero no agresivamente y llevarlo a una zona apropiada. Si se autolesiona, intervenir de forma calmada.

CÓMO PREVENIRLAS 

Como hemos comentado es un proceso evolutivo necesario para el desarrollo. Aún así, cada niño/a es diferente y puede haber quienes se frustren muy rápido y desarrollen muchas rabietas y otros que casi no tengan. Por tanto ante esto, algunas ideas a hacer para prevenir el aumento de la frecuencia de las rabieta:

  • Detectar las primeras señales: por ejemplo, es común que todas las personas estemos más irascibles al final del día por cansancio, o cuando tenemos hambre. Por ello en estos momentos más delicados se pueden ofrecer actividades más relajadas como darse un baño, escuchar música…
  • Ser un poco más flexibles: sin modificar los límites fijados, ser un poco flexibles ante algunas situaciones. Por ejemplo, comer algo que no le gusta mucho, puede hacerlo con las manos o si hace frío debe abrigarse pero quizá podemos permitirle no ponerse guantes… En resumen, reflexionar sobre si cada una de las órdenes o normas son completamente necesarias o pueden flexibilizarse
  • Fomentar la positividad: ayudar con estímulos positivos para potenciar la aceptación. Por ejemplo, proponer una actividad que le gusta a cambio de otra que no le gusta tanto pero es necesaria.
  • Proponer alternativas: por cada negativa que el adulto de al niño o niña, siempre que se pueda, proponer otras opciones. Por ejemplo, si se le dice “no puedes pintar en la pared”, proponer alternativas como “puedes pintar en la cartulina”, “puedes coger este juguete”…

Por otro lado, es importante destacar que los adultos no deben cambiar sus actos para evitar la rabieta. Es decir, no se deben cambiar unos planes porque se sepa que eso va a generar una rabieta en el niño o niña. Si quiere llorar, puede llorar, pero que esto no le sea útil para nada. Por ejemplo, la familia tiene que ir a comprar al supermercado y eso no le gusta al niño/a por lo que cada vez monta una rabieta. No siempre estará la opción de poder quedarse en casa con otra persona, ni es necesario, por lo que no posponer esa salida porque el niño/a reaccione así.

BIBLIOGRAFÍA

Luengo, M. A., (2014). Cómo intervenir en los problemas de conducta infantiles. Padres y maestros, 356, 37-43.

Trenchi, N. (2011). ¿Mucho, poquito o nada? Guía sobre pautas de crianza para niños y niñas de 0 a 5 años de edad. Uruguay: Gráfica Mosca

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