El sueño de los 0 meses a los 6 años

Con esta entrada se pretende explicar qué sueño es el adecuado para un niño sano y así evitar problemáticas como el insomnio infantil por hábitos incorrectos.

Dormir es una necesidad básica como comer o respirar. Por ello, es de las pocas cosas que sabemos hacer nada más nacer o incluso antes. Hay estudios que demuestran que los bebés en el periodo prenatal, sobre todo en el tercer mes de gestación, ya presentan periodos de vigilia y reducción de la actividad, muy similares a las fases del sueño.

Vale, estamos seguros de que saben dormir, pero ¿qué sueño es el adecuado en un niño sano?

Los bebés hasta los 3 meses, suelen dormir un total de entre 14 y 20 horas diarias, aunque con numerosos despertares, ya que su cuerpo les pide alimentarse para evitar descensos del nivel de azúcar y seguir creciendo, así como la necesidad de seguir recibiendo estímulos para seguir aprendiendo. El sueño en esta etapa suele:

– tener ciclos cortos de sueño, de unos 50 o 60 minutos, tras los que hay un despertar, aunque no siempre sea largo, en ocasiones se vuelven a dormir a los minutos
– no tienen la capacidad para diferenciar entre el día y la noche. Por lo que es normal que durante la noche, demanden alimento el mismo número de veces que por el día
– su sueño es intermitente a lo largo del día.. Esto le permite descansar más a menudo de la cantidad de estímulos que recibe en sus primeros contactos con el entorno.

Sabemos que es muy cansado atender tantas veces a un pequeño por la noche, pero forma parte de su desarrollo y maduración cerebral.

Cuando van haciéndose más mayores, entre los 4 y 7 meses, el sueño comienza a ser más predecible, tiende a dormir más por la noche que por el día. Al contrario que en los anteriores meses, ahora necesitan pasar por una fase ligera de sueño para poder pasar a otra más profunda, por lo que es más sencillo que se despierten ante algún ruido. Siguen teniendo breves despertares a la hora u hora y media, que es la duración de sus ciclos de sueño. Con esta edad:

– comienzan a diferenciar el día de la noche y aunque suelen seguir teniendo siestas durante el día, duermen algunas horas más durante la noche.
– El número total de horas diarias de sueño ya se reduce a unas 10 o 15 horas.
– Es común que tengan muchos despertares, incluso más que antes, porque su ciclo de sueño se está adaptando al de los adultos y necesita un tiempo para familiarizarse.

Entre los 8 meses y los 2 años de edad, terminan de madurar las instauradas fases del sueño, donde irán cambiando el total de horas y los despertares nocturnos, que disminuirán poco a poco. En este periodo el sueño:

– A veces es temido por los niños, porque lo entienden como un momento de separación por lo que una forma de disminuir esa ansiedad es acompañarles, sólo con la mera presencia o acunándoles. Cuando comience a sentirse más seguro, se podrá ir retirando este acompañamiento.
– Tiende a ser inquieto, ya que esta edad se rodea de una serie de cambios como incluir alimentación complementaria o la retirada del pañal. Estos cambios posiblemente le generen incertidumbre y durante el sueño, les afecte dando lugar a inquietud o pesadillas que provocan algunos despertares durante la noche.

De los 3 a los 6 años, tiende a ver una disminución importante de los despertares nocturnos que suelen desaparecer sobre los 5 años de edad. En los niños con un desarrollo neurotípico, empiezan a controlar su entorno a nivel físico y oral lo que les permite expresarse mejor y, con ello, disminuyen las rabietas. Las horas totales de sueño se reducen a 8-10 horas y sobre los 3-4 años, suelen dejar de dormir siesta. Normalmente no pasa nada, pero otros niños necesitarán compensar esas horas, y sus fases de sueño cambian, con un sueño más profundo, pudiendo ocasionar terrores nocturnos, sonambulismo, hacerse pipí en la cama (enuresis)… aunque cuando sus fases de sueño vuelven a normalizarse, estos problemas suelen desaparecer.

¿Qué hacemos cuando consideramos que la cantidad o calidad del sueño no es el adecuado?

Si consideramos que el sueño está sustancialmente alterado, el primer paso, sería acudir a su pediatra para que indique las pautas a seguir. Aún así, si médicamente considera que todo es correcto, se sugieren algunas prácticas que pueden ser de ayuda para mejorar el sueño del bebé (y el de la familia).

En ocasiones, se recomienda a las familias que ofrezcan comidas más pesadas o unos horarios rígidos de las tomas, pero no suelen ser eficaces o favorecen el fin de la lactancia materna o malestar intestinal. O en el caso de que funcionen, no coincide con el sueño acorde a su momento de desarrollo.

Algunas prácticas que han demostrado favorecer el desarrollo natural del sueño son la lactancia materna y el colecho. Sobre éstas, hablaremos en las próximas entradas.

En niños más mayores, es recomendable realizar una adecuada higiene del sueño, de la cual hablaremos muy pronto.

REFERENCIAS

Jové-Montañola, R.M. (2006). Dormir sin lágrimas: dejarle llorar no es la solución. Madrid: La Esfera de los Libros.

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