Cuidados del cuidador

Muchas de las personas que llegáis hasta este post, posiblemente seáis personas cuidadoras, por lo que los siguientes párrafos, van destinados a vosotros/as, porque para cuidar al otro, hay que comenzar por el cuidado a uno/a mismo/a.

Al final del post, también recomendamos una guía más extensa para aprender y mejorar en el cuidado a otros y a uno mismo.

¿Qué se considera “persona cuidadora”?

Ariadna Besga Basterra define a la persona cuidadora como “aquella persona que, por diferentes motivos, coincide en la labor a la que dedica gran parte de su tiempo y esfuerzo para permitir que otras personas puedan desenvolverse en su vida diaria, ayudándolas a adaptarse a las limitaciones que su discapacidad funcional les impone”.

A pesar de esta definición, también existen personas al cuidado de otras que no necesariamente tienen una discapacidad, como las madres y padres al cuidado de sus bebés en los primeros años de vida, por lo que este post también puede ser de vuestro interés.

Importancia del autocuidado

El rol de cuidador supone importantes repercusiones para la salud física y mental de la persona encargada de cuidar.

En los diversos estudios que se han realizado, la salud mental de los familiares cuidadores se ve aún más afectada que la salud física.

Se ha demostrado que los cuidados diarios y de larga duración a personas con discapacidad supone un riesgo para el bienestar del cuidador, así como, afecta de cierta manera al estrés familiar.

Se ha demostrado que la necesidad y el beneficio del descanso y el apoyo tienen efectos positivos en la salud física y emocional, lo mismo que la importancia de conocer los servicios que el contexto ofrece para el cuidador y la persona cuidada.

Por ello, sólo es posible cuidar correctamente del otro si el sujeto que cuida se siente debidamente cuidado y si se sabe cuidar.

Recomendaciones de autocuidado para personas cuidadoras

● No juzgarse. Es necesario identificar esos pensamientos o sentimientos, de enfado o rechazo, y saber cuándo se producen. Aceptarlos, es parte del proceso, así como expresarlos que puede hacer sentirse mejor.
● Aceptar los sentimientos. Ser capaz de describir cómo se siente uno mismo, ponerle nombre (enfadado, triste, estresado…) y no negarlo
● No reaccionar instantáneamente ante momentos de enfado o ira, darse unos segundos, respirar, salir de la estancia, si es necesario, y volver a la situación cuando se esté más calmado.
● Si se ha explotado ante una situación, tras coger distancia, cuando se esté más calmado, pedir perdón, sin castigarse, es normal que haya veces que no podamos gestionar adecuadamente nuestras emociones. Tras esto, intentar descansar de la actividad que se estaba haciendo y hacer sólo lo urgente hasta que nos encontremos emocionalmente mejor.
● Apoyo formal e informal. Apoyarse en personas cercanas, tanto a nivel emocional como de ayuda en la asistencia de la persona cuidada, así como en instituciones que asistan en el cuidado, cuando se requiera

● Compartir tareas. En qué pueden colaborar otras personas, incluida la persona cuidada, así como aceptar y valorar la ayuda recibida. Descansar también es hacer algo, y muy necesario.
● Fomentar la independencia de la persona cuidada. Anima a la persona a que haga todo aquello que puede hacer por sí misma, esto mejorará su autonomía y te liberará de carga de trabajo
● Escucharse y cuidarse. Es necesario escucharse a uno mismo para notar señales de alerta y evitar la sobrecarga, porque para cuidar a otros, es necesario cuidarse a uno mismo. Intentar mantener unas rutinas de sueño, de alimentación y de ejercicio cuando sea posible, permitirá encontrarte mejor contigo misma.

GUÍA RECOMENDADA: acceder desde AQUÍ.

En la próxima entrada, nos centraremos en el cuidado de la salud física respecto al cuidado, ¡os esperamos!

Referencias:

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